Tarata

martes, 23 de junio de 2020

El personal de Inkafarma y Mifarma denuncia trabajar en condiciones INSEGURAS


A pesar de que las ventas del grupo InRetail Pharma se han incrementado en el estado de emergencia, la empresa no ha ofrecido a sus trabajadores todas las medidas de seguridad. Ellos mismos han tenido que comprar mascarillas quirúrgicas y reunir dinero para hacerse pruebas de descarte.

La tarde del 5 de junio, un técnico de Inkafarma falleció por COVID-19 en el hospital Rebagliati. Darío* estuvo internado por más de una semana, pero al final su cuadro se complicó por una diabetes que arrastraba desde hace tiempo. Llevaba diez años trabajando en esta cadena de boticas que pertenece al Grupo Intercorp. El último local en el que atendió se encuentra en San Juan y es uno de los llamados establecimientos Oro (locales grandes, con gran cantidad de productos y mayor afluencia de clientes). Pero desde que empezó la cuarentena su horario laboral cambió abruptamente. Trabajaba doce horas diarias, tres días a la semana. Llegaba antes de las siete de la mañana para abrir la botica y limpiar la tienda, y se marchaba después de la siete de la noche, en pleno toque de queda. Muchas veces no almorzaba hasta terminar sus labores porque, entre los más de 1.400 clientes que compraban al día en la botica, no le quedaba tiempo para comer. Además tenía miedo de hacerlo: sin comedores dentro de los locales, solo le quedaba almorzar en el almacén junto a los medicamentos o en la zona de despacho, donde las superficies podían estar contaminadas.

Durante la pandemia, el número de clientes creció en un 40%, según los químicos farmacéuticos de las cadenas de Inkafarma y Mifarma. Sin embargo, desde un inicio ninguna de estas dos boticas implementó los protocolos de seguridad para sus trabajadores. Tampoco contrató a un personal especializado para realizar la desinfección de los locales, salvo un equipo de limpieza que solo va una vez a la semana. Un ritmo de sanidad insuficiente en tiempos de pandemia. Por eso, son los mismos técnicos quienes se encargan de limpiar y desinfectar las tiendas todos los días, abrir y cerrar las puertas, recibir y ordenar mercadería, ordenar las bodegas, atender a los clientes y hacer caja. Todo esto por un sueldo mínimo. “La empresa solo nos da una comisión si es que vendemos productos de su propia marca. Como el sueldo es básico y no alcanza, nosotros aceptamos hacerlo”, dice una trabajadora que pidió no revelar su identidad.

A pesar de que Darío era un empleado muy conocido en esta cadena de boticas y sus jefes sabían que tenía diabetes, siguió laborando en el área de empaque por órdenes de la empresa hasta fines de marzo. Luego, salió de vacaciones y se reincorporó a fines de abril.

A inicios de mayo, se enteró de que una de sus compañeras de local había dado positivo a la COVID-19 en una prueba que ella misma tuvo que pagar con su dinero. La preocupación lo invadió a él y a todos sus compañeros: habían estado en contacto directo con ella. Al conocer el diagnóstico de su colega, los trabajadores pidieron a la empresa que les hiciera una prueba de descarte a todos, pero nadie escuchó sus pedidos. Recién el 8 de mayo, más de una semana después de haber vuelto al trabajo, Inkafarma dio a Darío una licencia de descanso por ser una persona vulnerable que él mismo solicitó porque se sentía mal.

Cinco días más tarde, unos dolores musculares y una fiebre de 39º lo tumbaron en la cama. Sus amigos más cercanos aseguran que ningún personal de la empresa lo llamó ni hizo seguimiento a su caso, a pesar de haber creado el aplicativo ConsultAPP para que los trabajadores informen si presentan síntomas. A través de esta herramienta, los más de 11 mil empleados deben llenar un cuestionario sobre sus malestares. Luego, un grupo de médicos independientes contratados por InRetail lee las respuestas para identificar a casos sospechosos de COVID-19. Los trabajadores con síntomas son enviados a sus casas en “aislamiento” con la promesa de que un doctor se contactará con ellos, les enviará una receta cuyo costo asumirá la empresa y les harán pasar por una prueba de descarte. Sin embargo, según el testimonio de los mismos empleados, ni Mifarma ni Inkafarma han cumplido con este protocolo.

Darío, de 49 años, vivía solo, nunca recibió atención, ni los medicamentos que necesitaba y mucho menos le hicieron ninguna prueba. Por eso no supo que tenía COVID-19 hasta una semana después de tomar su licencia, cuando su estado de salud se volvió crítico y tuvo que ir solo al hospital Rebagliati donde se quedó internado.

Los empleados de estas cadenas de boticas del Grupo Intercorp denuncian que la empresa no les ha brindado todas las medidas de seguridad en medio de la cuarentena, a pesar de que nunca dejaron de trabajar. Recién tras la muerte de Darío, empezaron a realizar pruebas a sus trabajadores que han tenido contacto directo con algún caso confirmado de COVID-19.

Salud con lupa se comunicó con InRetail Pharma para conocer su versión. A través de un correo que envió su equipo de comunicaciones, aseguraron de que “desde el inicio del período de emergencia sanitaria tomamos varias medidas de seguridad para proteger a nuestros colaboradores y clientes”. Para ello, afirman, implementaron una serie de protocolos sanitarios que fueron evolucionando de acuerdo a la nueva información disponible y a los requerimientos del Gobierno. Sin embargo, los trabajadores de Inkafarma y Mifarma aseguran que no fue hasta la segunda semana de abril que la empresa empezó a enviarles insumos y equipos de protección como mascarillas de tela reutilizables y guantes.

* InRetail Pharma es propiedad de Intercorp Perú, cuyo dueño es Carlos Rodríguez Pastor Persivale, el hombre más rico del Perú según Forbes.

Fuente: Saludconlupa.com

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