Tarata

miércoles, 22 de abril de 2020

La epidemia del CÓLERA azotó el Perú a inicios de la dictadura de Fujimori


Tiempo de epidemias. También apareció en verano y la bacteria llegó con los barcos chinos. Pero el epicentro fue el Perú, donde murieron casi 3.000 personas y casi 400 mil fueron afectadas por el mal. 1991 fue el año del fin del mundo.

A fines de enero de 1991 la noticia de varios intoxicados en un almuerzo en el barrio La Candelaria, en Chancay, pasó desapercibido para la prensa peruana.

A quién le podía importar un caso más de intoxicados cuando los peruanos de esa época estábamos viviendo un verdadero apocalipsis: Todavía sufríamos las consecuencias del “que Dios nos ayude” del paquetazo económico fujimorista de agosto del 1990 con el que se trató de paliar la corrupción y la catástrofe económica que dejó el primer Gobierno de Alan García Pérez. Los atentados de Sendero Luminoso mantenían aterrado a todo el país, mientras que todas las ciudades de la costa soportaban la invasión de miles de desplazados de la sierra y selva que huían del terrorismo y de la grave crisis agropecuaria que dejó un Fenómeno del Niño.

Solo nos faltaban las siete plagas y éstas llegaron cuando las noticias revelaban que casi todos los “intoxicados” de aquella fiesta en Chancay habían muerto luego de soportar graves diarreas, vómitos y una fiebre que los deshidrató y les provocó la muerte luego de perder varios kilos de peso en pocas horas.

Era el cólera, una enfermedad que surgió en las zonas más pobres de la India y Bangladesh y que reflejó la catastrófica situación que vivíamos los peruanos a comienzos de la década de los años 90.

Como si todos los males se hubieran puesto de acuerdo para afectar al Perú, el cólera surgió en las ciudades del litoral, se extendió por todo el país y cruzó las fronteras afectando a los países vecinos. Apareció en enero del 91 y para abril ya afectaba a colombianos, ecuatorianos, brasileños y chilenos.

Los peruanos nos convertimos en unos apestados, afectando hasta nuestras precarias exportaciones no tradicionales. Y si no impactó en el sector Turismo fue porque en aquellos años a nadie se le ocurría visitar el Perú.


Cifras que dan cólera

Ésta es la mejor descripción de la tragedia: “Para fines de 1991, enfermaron 322,562 peruanos, de los cuales 2,909 fallecieron (tasa de mortalidad 9 por 100,000), 15 de cada mil habitantes acudieron a establecimientos de salud presentando síntomas del cólera. Además, para este mismo año la enfermedad se había extendido a catorce países de América Latina y del Caribe sumando un total de 366,017 casos, siendo el Perú el país que agrupó al 83% de total de casos presentados en América”. Así figura en el revelador informe Historia del Cólera en el Perú en 1991, escrito por los médicos Ciro Maguiña, Carlos Seas, Edén Galán y Jimmy Santana.

A diferencia del actual coronavirus, el cólera es producido por una bacteria, la Vibrio cholerae. Pero aquí no se instaló la cepa clásica. Nos tocó la peor: Tor y los peruanos no teníamos defensas para enfrentarla.

El factor común con esa gran epidemia de cólera es que también vino de China o, más precisamente, de los barcos chinos que desde aquellos años ya depredaban el Mar de Grau. En su tripulación hubo varios casos de cólera y los restos contaminados fueron lanzados al mar. La bacteria se impregnó en el plancton que alimenta a los peces. Su transmisión se dio por el consumo de nuestros potajes favoritos. En 1991 estábamos tan mal que hasta el ceviche nos quería matar.

También se postergó el inicio de las clases escolares y, en este caso, se tuvo que prohibir (¡en enero y febrero!) ir a las playas porque era ahí donde veraneaba la bendita bacteria.

Si bien el cólera llegó en medio de una de las peores crisis en la historia del perú republicano, lo cierto es que los médicos, enfermeros, técnicos y hasta los estudiantes de medicina tuvieron un papel clave a la hora de enfrentar el mal.

Hasta ahora se recuerdan las "bolsitas salvadoras" del Dr. Uriel García y toda una generación de peruanos aprendimos la necesidad de lavarnos las manos y de la higiene en las instalaciones. Sin embargo, parece que no aprendimos la lección y hoy en día cobra vigencia la cruzada del Dr. Elmer Huertas para aprovechar esta pandemia en una campaña nacional de higiene y salubridad pública y privada.

El Dr. Ciro Maguiña, vicedecano del Colegio Médico y experto en infectología, recuerda que el cólera nos dejó varias lecciones: nos dio una dosis de ubicaína. Somos un país pobre porque el cólera es una enfermedad de países sumidos en la miseria. "Otra lección fue que el personal sanitario, que históricamente trabaja en pésimas condiciones, supo enfrentar bien el cólera. Las proyecciones apuntaban a que iba a morir el 10 por ciento de los afectados, pero el promedio nacional fue del 1 por ciento, recuerda el médico.

“También logramos innovar y adaptar terapias. La OMS recomendaba productos que eran muy difícil importarlos. Usamos medicamentos adaptados a nuestra realidad e implementamos un aparato para diálisis que sirvió mucho para los casos graves. Fue tan innovador que llegaron especialistas de países vecinos para aprender cómo se trataba el cólera”.

Maguiña recuerda la ola de solidaridad que surgió en todo el Perú en medio de la crisis económica y del terrorismo. También se incentivó la investigación científica y surgió una generación de médicos todoterreno.

“Con el cólera aprendimos mucho pero pasaron los años y volvieron la informalidad y la cultura chicha. Más plata pero con las mismas costumbres higiénicas. Los brotes no dependen solo del ministerio, depende de la gente. No se piensa en Salud sino en construir carreteras. Volvió el tema de la higiene. El tema del miedo. Mucha tecnología pero el miedo sigue. No volvió el cólera porque mejoraron las condiciones, pero puede volver. Ahora hay mucha pobreza y con el cambio climático somos más vulnerables”, sentencia Maguiña.


Lo que aprendimos con el cólera

El 40% de la población del Callao consumía agua con residuos fecales, debido a que la sección del río Rímac que surtía al Callao era una gran cloaca.

El desagüe era también utilizado para regar cultivos de frutas y verduras de tallo corto (como tomates, cebollas, y papas), que requerían grandes cantidades de agua y fertilizante. Se estimaba que cerca de 4 000 hectáreas de tierra agrícola de la costa peruana eran regadas con desagüe.

Después de afectar Chancay y Chimbote el cólera se volvió explosivo en el centro y en el norte de la costa. Los hospitales de Lima, Trujillo, Chimbote y Piura recibieron a cientos de pacientes por día. La mayoría procedente de zonas pobres, cuarteles y cárceles.

Fuente: LaRepública

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