Tarata

jueves, 20 de octubre de 2016

Antonio Zapata: La Figura más Controvertida del Siglo XX es el General Juan Velasco


El historiador Antonio Zapata realiza un análisis del gobierno revolucionario del General Juan Velazco Alvarado, destacando los pasivos y activos que le dejó al nuestro país el gobierno militar. A continuación el artículo publicado por Zapata en el Diario la República.

El tres de octubre: Juan Velasco
Por: Antonio Zapata

La figura más controvertida del siglo XX es el general Juan Velasco, conductor de la llamada “revolución peruana”, 1968-1975. Para muchos, este proceso fue un error fatal, motivado por resentimiento social, generador de una severa crisis hasta que Fujimori recuperó el camino correcto. Por su lado, un grupo menor lo ha idealizado como a nadie de la historia reciente. Lejos de ambas posturas, quiero mostrar algunos claroscuros que lo caracterizaron.



En primer lugar, sobre su importancia en la política nacional. En efecto, su gobierno divide la historia en dos épocas. Cuando se estudie la realidad nacional en el futuro y las pasiones se hayan aquietado, se dirá en forma casi natural, antes y después de Velasco. Es el fundador del Perú contemporáneo.

Pero era un dictador que ordenó perseguir a sus opositores y no le tembló la mano para deportar incluso a quienes habían sido sus partidarios. Era particularmente intolerante con quienes expresaban intereses sociales de raíz corporativa, como sindicatos independientes o gremios empresariales; persiguió por igual al SUTEP y a la Sociedad de Industrias.

La naturaleza autoritaria del velasquismo provenía de su desconfianza en los civiles. Se proyectó incluso al terreno cultural, donde algún músico fue deportado y ciertas películas fueron censuradas. Dominaba una moralina que pretendía generalizar un modelo social no alienado. El estilo arquitectónico era llamado “brutalismo” y el color predominante inspiraba el uniforme único de los escolares.



Además, su modelo económico llegó tarde y no tuvo tiempo para despegar. El desarrollismo de la CEPAL funcionó en algunos países de Latinoamérica y ayudó a formar una base industrial local que luego ha sido clave en el período neoliberal para ajustarse a la globalización. Pero esos países habían comenzado en los treinta, mientras que el Perú se mantuvo liberal hasta las reformas de los años sesenta, tibias con Belaunde y aceleradas con Velasco. Los militares querían recuperar el tiempo perdido y radicalizaron su proyecto.

Económicamente fue un fracaso y dejó un sinsabor general, pero las reformas fueron esenciales. Al liberar al campesino de sus ataduras serviles otorgó ciudadanía social y modernizó las estructuras de la nación. La reforma agraria fue una fuerza liberadora. “¡Campesino, el patrón no comerá más de tu pobreza!”, esa consigna repetida millones de veces en los afiches de Jesús Ruiz Durand expresaba la alianza militar-campesina y alentaba una perspectiva popular independiente.



No habría emprendedores si no es porque Velasco previamente había liberado al campesino y lo había llamado a confiar exclusivamente en sus propias fuerzas. Hay un hilo conductor que recorre las realizaciones del Perú actual, es Velasco y sus reformas, que dieron nacimiento al sujeto popular de nuestra época. Antes un universo de “pongos”, ahora pequeños empresarios o dirigentes sindicales, protagonistas de su destino. No le deben nada a nadie. Ahí se hallan sus virtudes y sus defectos, tanto la creatividad de algunos emprendedores como el achoramiento de la vida cotidiana tienen común origen en la ruptura velasquista del principio de autoridad tradicional.

A la hora de los balances resta subrayar que llegó tarde. Su programa era semejante al formulado por Haya de la Torre en El Antimperialismo y el APRA. Pero este libro fue publicado en 1936 y en esa época esas medidas hubieran tenido éxito. Mientras que Velasco corresponde al fin del ciclo populista, cuando comenzaba el giro mundial hacia el neoliberalismo. No tuvo tiempo para dar frutos, aunque fue audaz en sus propósitos. Sobre Velasco puede decirse lo que Basadre sostuvo sobre Cáceres, “conforme pasa el tiempo, su sombra se agiganta”.



Fuente: LaRepública

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