Tarata

domingo, 14 de junio de 2015

La Vida Exagerada de Mario Vargas Llosa


Hola a todos y todas. Les recomiendo este post. Desde Julia Urquidi hasta Isabel Preysler, quienes nos hemos nutrido de las novelas del nobel conocemos pasajes de la vida amorosa del escritor; sin embargo, eso no significa una licencia para hurgar en sus sábanas.

El escándalo que se ha desatado después de que el premio nobel de literatura Mario Vargas Llosa fuese fotografiado con la socialite española Isabel Preysler y la confirmación de su separación con Patricia Llosa nos trae a la memoria todas las veces en que la vida privada del escritor ha saltado a la luz de los reflectores.

Hoy, en pleno siglo XXI, no solo una revista o un diario dedican su espacio para tratar temas que solo responden al círculo privado del escritor, a ello se suman los programas de espectáculos del mundo entero y, por encima de ellos, el factor de las redes sociales. Twitter, Facebook: todos hemos sido capaces de dar nuestra opinión respecto de algo que no nos afecta.

Más allá de la valoración moral que cada uno haga sobre un asunto que es estrictamente privado, el nuevo capítulo de la vida de Vargas Llosa no resulta ajeno para quienes hemos sido testigos y casi cómplices de las peripecias del escritor, viajando a través de toda su obra.

Incluso hay quienes podrían pensar que el próximo libro del nobel peruano hable sobre cómo un hombre casi octogenario vuelve a encontrar el amor fuera del matrimonio. Pero eso ya linda con nuestra imaginación.

Entonces, decíamos, el escándalo nos lleva a recordar la vida amorosa de Vargas Llosa. Sus dos –hasta ahora– más grandes afectos: su tía y, casualmente, su prima. Como decía, a modo de broma, el poeta Carlos Barral, “al cadete solo le interesan las mujeres de su familia”, así lo describe J. J. Armas Marcelo en Vargas Llosa, el vicio de escribir (Alfaguara, 2002).

Es con la lectura de Los jefes y Los cachorros, sus primeras obras autobiográficas, que el lector se adentra en la mente de un joven Vargas Llosa. Después de La ciudad y los perros, la vida del escritor logra pasar de una experiencia literaria a formar parte de los recuerdos de quien haya sentido vívida la escena en la que los cadetes del Leoncio Prado se despachan con las gallinas del colegio. Repulsivo y retorcido, pero el recuerdo permanece ahí: intacto.

Entonces, con La tía Julia y el escribidor, El pez en el agua y La casa verde nos adentramos en un autor mucho más maduro. Crudo. Tempestuoso. Genio. Por lo tanto, digamos, para quienes sí se han nutrido con las obras del nobel, puede hacer mucho más suya una noticia que ha acaparado portadas y comentarios. Sin embargo, eso no es una licencia para seguir hurgando en su alcoba.

Habíamos dicho que los dos grandes amores habían sido Julia Urquidi, su tía política (hermana de Olga, esposa de su tío Luis Llosa), y Patricia Llosa, hija de Olga y Luis. También existen versiones de un amorío con una mexicana que trabajaba con él, mientras estuvo casado con Urquidi.

“Los primeros problemas matrimoniales le habían asaltado a Julia con una mexicana llamada Pilar que trabajaba con Mario en la ORTF; la crisis hizo que ella abandonara el apartamento, pues Urquidi se fue a vivir con su amiga Ana, aunque al poco tiempo regresó”, relata Xavi Ayén en su libro titulado Aquellos años del boom. García Márquez, Vargas Llosa y el grupo de amigos que lo cambiaron todo.

Por su parte, J. J. Armas Marcelo sostiene que “hubo, sin duda, una relación con alguna actriz mexicana que sumió a MVLL, al joven Vargas Llosa de aquel tiempo parisino, en una depresión nerviosa que duró algún tiempo”, ello mientras seguía casado con Urquidi.

Un año después de haberse separado de la tía Julia, el autor de Conversación en La Catedral se casó por religioso y por civil (el primero por presión familiar) con su prima hermana Patricia Llosa.

Pero la transición entre Julia y Patricia fue más que tormentosa. Así lo describe J. J. Armas Marcelo en el libro en el que describe lo que Vargas Llosa no ha contado en ningún libro: cómo se enamoró de la prima hermana que había ido a París a estudiar, mientras se alojaba en el departamento que él y su esposa compartían.

Así lo relata Xavi Ayén: “Al año de estar Wanda (hermana de Patricia) con ellos, su madre, Olga, escribe a su hermana Julia preguntándoles si les importaría que Patricia fuera también a París. Urquidi, al principio se opone (‘Tenía un poco de miedo a Patricia, mi sobrina siempre fue una niñita de carácter fuerte y voluntarioso y yo no quería tener inconvenientes. No sé, parece como si hubiera sido un presentimiento...’), pero Mario y sobre todo Wanda consiguieron que finalmente aceptara”.

Julia y Patricia –relata Ayén– chocaron de inmediato porque la tía intentó reprimir las salidas de la sobrina con amigas “que andaban en amores no muy santos”, y Mario se puso del lado de la prima. De carácter fuerte, un día Patricia le lanzó la sopa a la cabeza a Mario, por una discusión sobre cómo llevaba sus estudios, y los fideos resbalaron por la cara del futuro nobel. Pronto, Julio Ramón Ribeyro, perspicaz, se dio cuenta de que algo pasaba porque “una noche llevó a Patricia a bailar (...) y cuando regresó a dejarla en casa de Mario Vargas Llosa, el escritor, como un padre, estaba esperando prácticamente a la puerta de la casa a su prima para ‘afearle su conducta’ a causa de los celos”. Julia Urquidi los sorprende un día mirándose a los ojos con arrobo. La casera los verá besándose en el portal.

En su libro Vargas Llosa, el vicio de escribir, Armas Marcelo escribe, basándose en una entrevista que Carlos Barral hiciera a Ricardo A. Setti en 1989: “Ninguna mujer que no fuera de su familia tuvo importancia para MVLL, a pesar de los escarceos más o menos conocidos del escritor peruano a lo largo de sus ya muchos años de fama”.

“Bueno –dice MVLL a Ricardo A. Setti–, soy débil, porque a veces sucumbo a ciertas tentaciones (carcajadas). No tengo mucho tiempo, en verdad, no tengo mucho tiempo. ¡No me faltan ganas! Creo que sucumbiría si tuviera tiempo, pero la verdad es que no tengo tiempo; mi vida es una vida, como usted ve aquí en Lima, muy ocupada. Entonces, desgraciadamente, incluso en ese cambio también me veo bastante limitado (risas) por mi propio trabajo”.

LA PELEA CON GARCÍA MÁRQUEZ

Después de casarse, Mario y Patricia se van a Londres y Barcelona. Y llegamos al famoso episodio de la ruptura de relaciones entre MVLL y Gabriel García Marquez. Ayén es quien cuenta la versión más exhaustiva del pleito.

Todo comienza en 1974, cuando Patricia convence a Mario de volver a Lima a vivir. Y aquí se narra que:

“García Márquez, Donoso y sus esposas acompañan al puerto al matrimonio Vargas Llosa y sus tres hijos. A bordo de ese barco Barcelona-Lima, el Rossini, que hace escala en Santa Cruz de Tenerife –donde la familia se verá con su amigo canario Juancho Armas Marcelo–, viaja una mujer peruana, Susana D. C. Está casada con un arquitecto amigo de Bryce Echenique, Andrés B., con quien vive en Madrid. Se celebra una cena de gala y el capitán la sienta junto al escritor en la mesa principal, que él preside. La fascinación es mutua, aunque tal vez no repentina, pues ya se conocían de antes. Hay una orquesta y Vargas Llosa la saca a bailar varias veces. ‘Patricia estaba furiosa’, explica un amigo de ambos, buen confidente. Tendrá sus razones porque al llegar a Lima, Mario ya tiene nueva pareja y decide ser coherente con la pasión que le arrebata, abandonar a su familia y emprender un viaje junto con su amante (...)”.

Según Ayén, Mario se va con Susana D. C. a Barcelona en setiembre de 1974. La pareja rompe al poco tiempo. Pero la separación con Patricia sigue. Ella llega a Barcelona entre mayo y junio de 1975 para arreglar algunos asuntos pendientes de su marcha de la ciudad el año anterior. Una noche se va a cenar con Carmen Barcells, Jorge Edwards y García Márquez. Edwards recuerda:

“Patricia se alojaba en el hotel Sarriá. Llegamos Gabo, Carmen y yo a verla. Cenamos en el mismo hotel. Tomamos muchas copas. Y acabamos en Bocaccio (una discoteca barcelonesa, nota de JAG). Allí nos encontramos con Carlos Barral. Al día siguiente, Patricia tenía que irse al aeropuerto, de vuelta a Lima, tenía que salir a las siete de la mañana y llegamos a su hotel a las tres y media. El Gabo se ofreció a llevarla al aeropuerto. El caso es que, esa mañana, Patricia perdió el avión. Había un camino que giraba a la derecha y Gabo se despistó. Mario Vargas Llosa dice que Gabo intentó llevarse a Patricia a un hotel” (Ayén, p. 761).

Continúa el relato del periodista:

“La memoria puede difuminar hechos nocturnos de hace tantos años, aunque no hay duda de que aquella noche Patricia le confesó a Gabo la frustración que llevaba  acumulada ante el affaire de Mario y Susana. Gabo bromeará con ella: “Pues para vengarte de Mario, nos hacemos amantes”.

Bryce Echenique da una clave del clima de confianza de aquella reunión: “La gente le daba un poco la espalda a Patricia por miedo a enemistarse con Mario, excepto los García Márquez”. Son ese pequeño grupo amigable, que cabe entero en el coche, los que hablan, en un clima de confianza, de todo y de nada: Patricia, Balcells, Edwards y Gabo. El colombiano conduce y los va dejando a todos en sus casas. A la mañana siguiente, en ese coche, Gabo y la esposa del peruano viajan solos hacia el aeropuerto.

No hay forma de saber lo que se dijo en ese vehículo. Pero sí es seguro que García Márquez cometió una indiscreción mayúscula al revelarle a Patricia Llosa alguna correría de su marido. Mario Vargas Llosa, tras oír la historia de Patricia, sintió, sobre todo, que García Márquez había corrompido la amistad que les unía al irse de la lengua.

La versión de Plinio Apuleyo Mendoza, que contradice ahí a todos los demás testimonios, es que “Patricia no perdió ningún avión, en absoluto, solamente bromearon con la posibilidad porque llegaban tarde”.

Y luego, el 12 de febrero de 1976, en el preestreno de la película “Sobrevivientes de los Andes” en México, Vargas Llosa le propinó un puñetazo a García Márquez. “Esto, por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona”. Ese día acabó una amistad. Nunca más los dos escritores volverían a hablarse. (Por Laura Grados con colaboración de José Alejandro Godoy).

Por ahora es todo. Soy el Dr. Azul en Tarata 21...

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