Hola a todos y todas. Los invito a leer y analizar el
siguiente artículo histórico, que trata sobre el caudillismo latinoamericano.
Las líneas son de décadas atrás, sin embargo la idea se mantiene fresca.
El Regreso del Caudillo
El tema de los viejos caudillos históricos parece estar de
moda en la literatura hispano-americana de hoy. Tres de los más importantes
novelistas actuales, anuncian obras que tienen por tema la figura casi mítica
del caudillo. De Alejo Carpentier, un libro de título burlón, con ecos
cartesianos: El recurso del método, de Gabriel García Márquez, quien ganó
prestigio universal con Cien años de soledad, se espera la publicación de El
Otoño del Patriarca y de Augusto Roa Bastos Yo el Supremo, una evocación de la
sombra legendaria del Doctor Francia.
No he leído estos libros y no voy por lo tanto a hacer
ninguna referencia crítica a ellos, pero debe haber mucho más que una mera
coincidencia en esta común escogencia de un tema. Estos escritores, movidos por
el deseo de penetrar en la esencia de lo hispano-americano, han sentido en
alguna forma que en ese personaje vario, enigmático y poderoso se revela mucho
del carácter y la confusa realidad de ese fascinante y desconocido mundo.
Los caudillos dominan el escenario de la vida
latinoamericana desde el día siguiente de la Independencia hasta
por lo menos los albores de la Segunda Guerra Mundial. Se dieron en casi todos
los países y produjeron algunas de las más extraordinarias personalidades del Nuevo
Mundo. Fueron, en su mayoría, guerreros y hacendados, representantes de la
mentalidad y de las condiciones de un medio rural muy primitivo y simplista.
Hubo también algunos hombres de ciudad y doctores de preocupaciones
humanísticas y religiosas como Francia, García Moreno o Estrada Cabrera, cuya
imagen terrible ha conservado para la posteridad Miguel Ángel Asturias en El
Señor Presidente.
No es fácil estudiar y llegar a una evaluación justa de los
caudillos en su tiempo. Mientras vivieron y dominaron no dejaron otro
testimonio que el de la más desenfrenada lisonja y la más completa sumisión,
todos los títulos, desde Salvador de la Patria hasta Ilustre Americano, les fueron
concedidos y todas las loas, todos los ditirambos; se les levantaron monumentos
y se dieron sus nombres a ciudades y provincias. Pero, por el otro lado, no hay
sino la violenta y apasionada negación de sus contrarios que los reducen, de un
modo irrazonable a monstruos infernales, criminales natos, o maniáticos del
poder surgidos de la descomposición moral para castigo de un país.
De entre esa balumba de contradictorias exageraciones es muy
difícil rescatar la significación y la fisonomía real de los caudillos.
¿Quiénes fueron y qué representaron esos hombres que
dominaron por generaciones enteras, con la aceptación entusiasta o pasiva de la
mayoría nacional, a países de importancia histórica? ¿Qué hizo posible que los
mexicanos López de Santa Ana y Porfirio Díaz llegaran a absorber en su persona,
en su voluntad, en su presencia política la vida de un gran país, rico de vieja
civilización por cerca de las dos terceras partes del primer siglo de su
Independencia? Cosas muy parecidas podrían decirse de Rosas en la Argentina, o de Flores
en el Ecuador, o de Melgarejo en Bolivia, o de Páez y Juan Vicente Gómez en
Venezuela.
Un fenómeno político tan persistente y poderoso no puede
explicarse como un mero accidente o como el resultado de un azar personal. El
caudillo no surgió de ninguna doctrina, de ninguna ideología, de ningún plan
preconcebido, sino que fue un producto espontáneo y casi natural de le
situación histórica de la
América Latina en el siglo XIX. Destruido el orden político
de la colonia, por encima de las concepciones de los teóricos políticos y de
los revolucionarios de asamblea, la realidad social y económica produjo el
caudillo. Surgió de la realidad social del campo y de las viejas relaciones de
dependencia y familia entre el hacendado y el peón y se definió y tomó forma
definitiva en la guerra. Los grandes caudillos comenzaron como hacendados o
como peones llevados a la guerra que terminaron como jefes y hacendados. Su
sistema tenía poco que ver con doctrinas y principios, veían con desdén las
constituciones y las leyes que redactaban los gárrulos doctores de la ciudad y
gobernaban seguramente por el conocimiento de los hombres, los intereses y las
situaciones reales que les venía de su rica experiencia vital. Los doctores
intentaban revestirlos de teorías políticas y de títulos, pero ellos sabían que
el asiento verdadero de su poder residía en la lealtad personal de grupos de
hombres y de sectores de intereses. Habían aprendido en la vida a ser buenos
administradores y buenos jefes para sus hombres y representaban a la perfección
para su momento una imagen paterna poderosa que generaba lealtades primitivas y
directas.
Muchas de las claves para entender el difícil mundo
hispano-americano están enterradas con ellos. Llegaron a una tan extraordinaria
consubstanciación con su tiempo y su medio que es casi imposible aislarlos. Se
cuenta de Don Porfirio que algún día al levantarse decía, como si se quejara de
algún achaque personal: “Hoy me amaneció doliendo Guadalajara” y poco después
se recibían noticias de que algo anormal había ocurrido en aquella provincia.
Por otra parte, la obediencia ciega y suicida dé los soldados de Solano López
era tan grande, que cuando un general enemigo les preguntaba: “Y si Solano los
manda a volar ¿vuelan? “ respondían con inmutable convicción: “Bajito. . . pero
volamos”.
Después de todo ya sería tiempo no solo de que los
novelistas sino también los sociólogos descubrieran que hasta ahora la más
original y acaso la única creación política del mundo hispano-americano no ha
sido ciertamente el caudillo.
Revista VISION, 27 de julio de 1974.
Han pasado Casi 50 años desde que
se redacto este artículo, sin embargo para el Perú y otros países
latinoamericanos, el caudillismo sigue presente y latente. ¿No es acaso Ollanta
Humala producto de la devoción por el caudillo? que muchos peruanos llevamos
inconcientemente...
Por hoy es todo, soy el Dr. Azul en Tarata 21...
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Nos importa tu opinión. No te vayas sin comentar.