Hola a todos y todas, tras este breve saludo los dejamos con Gustavo Gorriti, como siempre certero e imparcial.
La captura policial de Marco Arana no
fue un arresto sino un asalto. La elocuencia de los agitados videos que
registraron esa captura a partir del cogoteo que la inicia, simboliza
perfectamente los vicios y las taras que contaminan, distorsionan,
contradicen y finalmente anulan la acción del Gobierno en lo más
elemental de su función: establecer o restablecer el orden público.
Lo que muestran los vídeos es
vergonzosamente irrefutable: Marco Arana se encuentra en la Plaza de
Armas conversando con un par de personas. De repente, aparecen unos
policías en el cuadro, detrás de Arana, se acercan sin que este los vea y
mientras uno lo golpea, otro intenta cogotearlo. Inmediatamente, el
resto de la mancha uniformada lo rodea, cierra el perímetro con sus
escudos y empiezan a empujarlo, golpearlo y maldecirlo.
En algún momento de la golpiza, Arana
cae al suelo. Lo levantan, luego alguien parece darse cuenta que se lo
han llevado hacia el centro de la plaza y empiezan los empellones hacia
la camioneta que lo transportará arrestado. En el camino empujan y
golpean a la gente; un policía insulta a una señora y llama ‘perros’ a
los cajamarquinos; y finalmente, golpean a Arana incluso cuando éste ya
está en la camioneta de la Policía.
Aparentemente, los golpes y maltratos
continuaron en la dependencia policial. Luego vinieron las mentiras
oficiales y oficiosas hasta que alguien se dio cuenta del desastre en el
que estaban metiendo al Gobierno; y entonces empezó el recule.
He cubierto durante muchos años la
acción de la Policía en diversos ámbitos y puedo decir que he visto en
esa institución a oficiales y suboficiales que están entre los mejores
ciudadanos de este país. Dentro de pocos meses se va a cumplir el
vigésimo aniversario de la captura de Abimael Guzmán, que cambió el
curso de la Historia y salvó al país. Eso lo hizo, completamente, un
grupo de héroes policiales a quienes el Perú nunca podrá pagarles la
deuda de gratitud que les debe.
Hace pocas semanas, esta publicación
reveló y denunció el cobarde y criminal abandono a tres policías en Alto
Lagunas, La Convención, en las acciones que siguieron al secuestro de
Kepashiato. En la cobertura de ese y de decenas de otros eventos y otros
casos, formé el profundo respeto que tengo por los policías que cumplen
con su deber en, muchas veces, las más difíciles y desfavorables
condiciones.
A la vez, he visto, investigado y
revelado muchos casos de corrupción policial en el nivel de los mandos
más altos. Y muchos más de incompetencia. Gran parte de esa corrupción
explota y parasita a la propia institución, teniendo como víctimas
principales a los propios policías.
Entonces, en la Policía coexiste lo
mejor con lo peor. ¿Quiénes son más? Generalmente los mejores. ¿Quiénes
tienen más poder? Usualmente los peores.
Lo que pasó en Cajamarca –y específicamente la captura de Marco Arana que describo– no fue hecho siquiera de acuerdo con los estándares mínimos de procedimiento policial. Lo que ahí se ve es una pandilla uniformada asaltando, apanando y finalmente llevándose con gran prepotencia a una persona que ni se resistía, ni intentaba resistirse, mientras amenazan, vejan y agreden a la gente que protesta.
Los vídeos, por supuesto, van dando
vueltas por todo el mundo y, a poco que la situación siga así,
competirán seriamente con los de la marca Perú.
En organizaciones verticales, ese
tipo de desmanes y desmadres ocurre solo cuando –aparte de la falta de
entrenamiento hasta para el tipo más básico de intervención, como puede
ver cualquiera con el mínimo conocimiento del tema–el comando, no tiene
capacidad, competencia ni autoridad para dirigir a sus subordinados. Y
también cuando tiene gente tan idiota como para ordenar intervenciones
como esa.
Entiendo que los eventos trágicos en
Bambamarca empezaron también por hechos de prepotencia. Conozco bien a
las organizaciones ronderas de Bambamarca, los he visto cooperar
estrechamente con la Policía en asuntos de seguridad ciudadana, y los
líderes con quienes he tratado han estado entre la gente más
responsable, austera y honesta que he conocido en organizaciones
populares.
La fuerza del campo en ese
departamento donde se supone que hay mucho y falta tanto, es su
organización. Los ronderos vencieron al abigeato, evitaron eficazmente
que Sendero los barriera, mediante la fuerza de su organización. Pensar
que se los va a avasallar con prepotencia y amenazas es añadir la
estupidez a la ignorancia.
A la vez, mi experiencia con los
ronderos de Bambamarca fue la de que se trataba y se trata de gente
racional y dialogante en todo sentido. Cuando dirigí el área de
Seguridad Ciudadana de IDL, organizamos un seminario sobre el Campo y la
Mina, cuyo objetivo fue informarlos sobre algo que veían próximo,
sentían inminente y desconocían casi todo, excepto las malas
experiencias de la historia regional. Tratamos de darles el conocimiento
para que pudieran dialogar y negociar con la Mina en pie de igualdad; y
pocas veces he visto la avidez de conocimiento y la disposición a
hablar y negociar como entre esos dirigentes y miembros de las rondas. A
condición, por supuesto, de que se les hable con honestidad y con
respeto, cosa que no solo merecen sino se les debe.
¿Hay demagogos y agitadores en
Cajamarca? Claro que sí. Pero hay mucha más gente seria y responsable
que quiere una tierra mejor y un futuro más próspero. Pero que considera
con toda razón que deben explicarle con claridad qué va a pasar con sus
suelos, qué va a suceder con el cianuro infusionado en los cerros
removidos; qué va a pasar con la tierra y con el agua; y qué les va
quedar una vez que su campo haya sido eviscerado de metales. Eso lo
exige cualquiera con un mínimo de sentido común.
Si en lugar de eso alguien cree que
basta con cuentas de vidrio, pajaritos preñados y policías amenazantes y
descontrolados (que además son contratados por las mineras en sus
tiempos libres y pierden, en consecuencia, la imparcialidad
indispensable), no me queda sino recomendar una visita urgente a un
neurólogo para que le identifiquen el daño cerebral.
Este Gobierno tiene que reaccionar y
reparar su acción en varios ámbitos, pero ninguno está tan comprometido,
y puede resultar tan dañino, como el de la seguridad interna.
Los desmadres policiales, repito, son
responsabilidad de sus jefes; y el comando actual, empezando por el
ministro del Interior, Wilver Calle, (el que firma actas de sujeción
sin, según dice, saber lo que firma), el director general de la Policía,
Raúl Salazar; su jefe de Operaciones, Abel Gamarra (ambos notorios por
el caso de las Brujas de Cachiche, en el cual, como se hace evidente con
las actuales investigaciones fiscales, mintieron y volvieron a mentir),
es uno de los peores y más incompetentes.
¿Los va a dejar el presidente Humala
en esos puestos? ¿Se da cuenta del daño que le hace mantener esa gente
en la circunstancia actual de conflictos y el problema del VRAE (en el
cual la Policía debe jugar un papel mucho mayor)?
Espero, por su bien y el de todos
nosotros, que el presidente Humala reaccione y que vuelva a la Hoja de
Ruta que debe seguir: la de su Juramento por la Democracia que define
claramente el camino del buen gobierno y de la paz social.
Por hoy es todo, Soy el Dr. Azul en Tarata 21...
Por hoy es todo, Soy el Dr. Azul en Tarata 21...
Lo bueno es que es inparcial.
ResponderEliminar